La edición veraniega del Foro Económico Mundial, celebrada en Tianjin, China, ha estado dominada por la preocupación de líderes empresariales ante la creciente inestabilidad global. El conflicto entre Irán e Israel y sus repercusiones en los mercados, como la caída del precio del petróleo, han desplazado a temas clásicos como el comercio o la inflación.
Los expertos advierten que el entorno actual representa uno de los mayores desafíos geoeconómicos en décadas. La posibilidad de interrupciones en el suministro de petróleo, especialmente a través del Estrecho de Ormuz, tiene a países como China en alerta, dada su alta dependencia energética.
A pesar de las tensiones, el evento ha servido como plataforma para que Pekín se proyecte como defensor del libre comercio y la globalización, en contraste con las barreras arancelarias impulsadas desde Estados Unidos. China también apuesta por la tecnología, como la inteligencia artificial, como motor clave para sostener su crecimiento.
El mensaje que ha dejado esta cumbre es claro: la economía global enfrenta un cambio de era, y los actores principales deberán adaptarse a un tablero más volátil, donde la geopolítica y la tecnología marcan el ritmo.